FRANCISCA
La
obra de Francisca Blázquez, toda ella revestida del exquisito
glasé que acompaña a toda artista reconocida
internacionalmente; para mí, destacándose sobre otras,
lo hace por la original composición infinita de sus paisajes
poliédricos. Espacios de múltiples dimensiones que
barren del enlosado rocoso de las percepciones, ese polvo ceniciento
acumulado por la inane representación de lo ordinario.
Mujer,
en ella sangre es arte: la dulzura poética fluye como una
fuente inagotable de sensaciones; todas ellas, a la par hermosas y
llenas de una elegancia que se desborda por cada poro de su piel.
No
siendo ya el soporte, sino la llama de su propia vida la que lo va
colmando, todo, del néctar de la ambrosía. Mirándose
en ella va, el Arte, su canon de belleza; su trama y su esencia.
Fascinado éste, por cada paso suyo, y ante esa estela que va
dejando de finos trazos que, cromáticamente, enervan los
sentidos del observador oculto. Allá, donde su atalaya,
Francisca Blázquez, contempla el mundo desde una perspectiva
única, toda ella rica en versos de quebrados corales de
matices profundos. Sin otro recurso que su brillante halo recamado de
fina espuma. Un vínculo que, llegando hasta nosotros, nos
alcanza con el clamoroso abrazo de sus musas.
Agustín
Espina
Escritor,
poeta, artista plástico y diseñador
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