Francisca
Blázquez: El arte del espacio
A la pintura le es propio ser y desarrollarse en el
plano, en un mundo de dos dimensiones y a la escultura el de ser y
hacer en un mundo tridimensional. Francisca Blázquez busca en
su pintura el arte del espacio, la creación de un mundo soñado
emergido en el vacío, el arte arquitectónico. Su obra
puede situarse en el movimiento del constructivismo y de la
abstracción geométrica pero su exploración
creativa de formas y colores la lleva mucho más allá de
cualquier fabricación consumista y ha hecho que sea
considerada como la pionera del dimensionalismo.
Francisca puede considerarse como fecunda en una época
caracterizada, según algunos, por la proliferación de
artistas preparados pero estériles, una época de
inflación galopante de superabundancia artística cada
vez más devaluada. No es tarea fácil una pintura que se
propone descubrir o crear en el vacío de materia y espíritu
nuevas realidades racionales estéticas.
En medio de la mediocridad y adocenamiento reinantes en
el arte de nuestra época el único ingrediente que hoy
se vislumbra como soporte estructural sólido para no caer en
lo meramente repetitivo es la personalidad. Francisca Blázquez
tiene personalidad, es su característica evidente que la hace
capaz de abrir horizontes en la senda del experimentalismo sin
detenerse en lo puramente material; para extraer un jugo inédito
a los componentes plásticos tradicionales; y para plasmar un
mundo simbólico hermoso.
La pintura de Francisca es arte moderno y necesariamente
se expresa en el fragmentarismo que ya estaba presente en el
impresionismo, el expresionismo y, sobre todo en el cubismo pero que
se impuso plenamente en la abstracción geométrica. Pero
la dispersión y fragmentarismo singulares de sus obras
reflejan diferentes perspectivas o detalles de su Obra, de su
totalidad, de su universo concebido, divisado y explorado.
Muchos no entienden que el artista moderno tiene que ser
necesariamente personal, singular y que sus obras deben ser
concepciones y gestaciones de búsqueda. Su comprensión
sólo es posible si se capta la intencionalidad y la conquista
lograda de una visión nueva, de una perspectiva diferente, no
tanto de las formas y elementos constructivos. Como en la
arquitectura el triunfo consiste en haber creado una nueva realidad
en el vacío. Porque el arte moderno mejor es el propio del
creador, no el de reflejar o transformar la realidad sino en dar a la
luz y al color obras nuevas a partir del caos y la nada.
Francisca no refleja el mundo sino su mundo y cualquiera
obra suya nos ofrece una visión de su mundo, un mundo de arte.
Pero el conjunto de sus obras nos asoma al universo de la belleza, a
un mundo de arte y sólo arte. El mundo vislumbrado por la
conciencia y la mirada colectiva, el mundo de los arquetipos del arte
universal eterno.
Francisca Blázquez manifiesta una
superconciencia que arrastra a los auténticos artistas con un
mandato superior inapelable, el de la fuerza de la inspiración.
Como decía la rima de Bécquer, podrá
no haber poetas; pero siempre habrá poesía.
De otra forma, habrá o no artistas pero siempre habrá
arte. En el caso de Francisca, el arte y la artista coexisten.
Juan Francisco Lerena
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